Una Medida Desmedida de Ternura
P. Lenin A. Cruz, Sacerdote Católico
Especialista de Fe y Desarrollo, World Vision Honduras
Introducción
Una medida desmedida cargada de esperanza y fe en cada niño, niña, joven, mujer y adulto mayor, especialmente aquellos vulnerables en su dimensión humana, afectiva y espiritual.
Sentipensar es una palabra que, a primera vista, puede parecer técnica o fría. Sin embargo, va mucho más allá. No se trata de un "viaje astral" ni de una experiencia meramente metafísica. Es una realidad profundamente humana y divina. Jesús mismo lo practicaba en su vida cotidiana.
Sentipensar es estar al servicio de la vida
Jesús vivió al servicio de la vida. Su inclusión y cuidado de los demás eran parte de su agenda diaria. En sus acciones concretas, manifestaba su identidad mesiánica: curaba enfermos, restauraba la dignidad de los marginados, alimentaba a los hambrientos y liberaba a los oprimidos (cf. Juan 4,7; Marcos 2,16; Lucas 5,13; Mateo 5,24; Juan 3,1-15).
Jesús fue un compendio de ternura y humanización, uniendo su divinidad y humanidad como fundamentos de esa ternura transformadora.
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La Ternura, un regalo de Dios
La ternura es un regalo divino que estamos llamados a vivir y compartir, especialmente con quienes más la necesitan. En el amor al prójimo —reflejo del amor de Dios— encontramos sanación, restauración y libertad.
Este amor se manifiesta en acciones concretas de humildad, gratitud y alegría, que contrarrestan el egoísmo y la división, y promueven una cultura de vida. Amar al prójimo no basta; Jesús nos dejó un mandato aún mayor: "Ámense unos a otros como yo los he amado" (cf. Juan 13,34-35). Este amor transforma a las personas, las familias y las comunidades, generando comunión, apertura y testimonio de fe.
La ternura nos invita a preocuparnos y ocuparnos de los demás, promoviendo una vida sentipensante que reconoce la dignidad del otro.
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La Ternura Humaniza
Ernest Hemingway decía: "Al escribir una novela, un escritor debe crear personas vivas, no personajes. Un personaje es una caricatura". De igual manera, la ternura nos lleva a ver a los demás como personas vivas, nunca como caricaturas.
Los niños y niñas que viven en entornos de ternura no cosifican a los demás; los ven como reflejo de la creación divina. Su genuina manera de relacionarse con Dios, el prójimo y la naturaleza nos muestra una forma fresca y transformadora de humanización.
Las relaciones marcadas por la ternura restauran la dignidad y abren camino para atender las necesidades más profundas de los vulnerables. Para la niñez, esto no es una carga, sino un compromiso que saben que vale la pena. La ternura transforma comunidades de fe y, por ende, a la sociedad en su conjunto.
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Conclusiones
Sentipensar es una virtud que se fortalece al compartir ternura con los demás. Familias, comunidades de fe, escuelas y organizaciones deben ser promotores de ternura, generando espacios que reflejen el amor y cuidado divinos.
La niñez comprometida en promover ternura es un instrumento de vida, incluso en medio de una cultura de muerte y violencia. Ellos son el grito de esperanza desde su fragilidad, un recordatorio de la necesidad de políticas públicas que promuevan la ternura como lenguaje central en medios, redes sociales, espacios educativos y publicitarios.
Es imprescindible que la niñez tenga un papel protagónico en la toma de decisiones y la participación activa, construyendo así comunidades transformadas por la ternura.
Referencias Bibliográficas
- Documento Conclusivo de Aparecida, edición Centroamérica SEDAC, mayo de 2007, AD 348-355.
- Víctor M. Fernández, Carlos M. Galli (2008). Eros y ágape. Buenos Aires: Ediciones San Pablo.
- Segunda Galilee (2004). El Camino de la Espiritualidad. Bogotá: Ediciones San Pablo.
- Papa Benedicto XVI (Joseph Ratzinger). Encíclica Dios es Amor, 25 de diciembre de 2005.