Sentipensar la Práctica de la Ternura en el Desarrollo Transformador de la Niñez en Ecuador
La niñez es el terreno fértil para tantas posibilidades, donde emociones, experiencias y aprendizajes van sembrando lo que un día será el adulto. En este sentido, la idea de sentipensar, introducida por el sociólogo colombiano Orlando Fals Borda en “La ciencia y el pueblo: nuevas reflexiones sobre la investigación acción participativa”, en 1984, cobra una dimensión crucial. Sentipensar, implica sentir en nuestro pensamiento y pensar en nuestro sentir: razonar con emoción y emocionar con razón. Esta integración es transformadora, especialmente durante la infancia, donde la ternura se convierte en el motor de cambio hacia una sociedad más empática y justa.
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La Ternura: El Corazón del Desarrollo Infantil
Hablar de ternura es referirse a algo profundo y transformador. Un simple gesto de amabilidad o cariño se convierte en un acto vital para el desarrollo emocional de niñas y niños. Paulo Freire lo expresó claramente en 1970: “La educación debe ser un acto de amor y respeto hacia el otro”. La niñez, en su etapa más vulnerable y formativa, necesita una actitud tierna para florecer.
Desde el primer latido del corazón de un niño, el afecto es tan esencial como el alimento. Así como el cuerpo requiere nutrientes para mantenerse fuerte y saludable, la mente y el alma dependen del vínculo emocional para alcanzar su máximo desarrollo. La ternura, entonces, no solo nutre las emociones, sino que también fortalece las capacidades sociales y cognitivas de cada ser humano.
Un entorno lleno de ternura tiene el poder de moldear individuos más resilientes y empáticos. De hecho, investigaciones han demostrado que las niñas y niños que crecen rodeados de afecto y aceptación desarrollan mayores habilidades para afrontar adversidades, construir relaciones positivas y contribuir al bienestar de sus comunidades.
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Construir una Cultura de Paz a través de la Ternura en un Contexto de Inseguridad
Educar desde el sentipensar implica reconocer que las niñas y niños no son recipientes vacíos que deben llenarse de información. Como afirmaba el educador brasileño Rubem Alves en 1988: “Los niños son jardineros de su propio aprendizaje”. Ellos necesitan sentir para pensar y experimentar para crecer. En este marco, la ternura se posiciona como el puente fundamental entre el corazón y la mente.
Este enfoque educativo no solo transforma a los niños, sino también a su entorno. En un mundo fragmentado por la violencia y el individualismo, la práctica de la ternura ofrece una alternativa real. Ecuador enfrenta actualmente una grave crisis de inseguridad, con una tasa de 25.32 homicidios por cada 100,000 habitantes en 2024. Esta alarmante realidad afecta profundamente a millones de niñas y niños, quienes crecen expuestos a contextos de violencia estructural y cultural.
En este panorama, la ternura se convierte en un acto de resistencia. Las niñas y niños que experimentan entornos basados en el afecto y el respeto desarrollan una mayor capacidad para resolver conflictos de manera pacífica y constructiva. Además, los entornos tiernos fortalecen su autoestima, empatía y habilidades sociales, creando así una generación capaz de contrarrestar la violencia y apostar por una sociedad más pacífica.
Orlando Fals Borda, en su trabajo sobre investigación-acción, subrayó que el cambio social inicia en las relaciones humanas. Si queremos construir una sociedad más justa y pacífica, debemos comenzar con la niñez. Invertir en entornos que valoren la ternura no solo garantiza el desarrollo pleno de los niños, sino que también siembra las bases para una ciudadanía comprometida y solidaria.
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La Ternura como Acto Transformador en la Sociedad
Mario Benedetti afirmaba que “la ternura es la única fuerza que puede hacer que el corazón no se enfríe”. Este pensamiento encierra una verdad poderosa: la ternura tiene el potencial de transformar no solo la infancia, sino también la sociedad entera. Al integrar el sentipensar en la educación y en las relaciones humanas, estamos apostando por un futuro donde la empatía y el respeto mutuo sean los pilares de nuestras interacciones.
Sentipensar la práctica de la ternura en el desarrollo transformador de la niñez no es solo un ideal pedagógico, sino una necesidad urgente. En un mundo dominado por la competencia y el individualismo, la ternura se presenta como un refugio y una vía hacia una humanidad más plena. Este enfoque no solo transforma a las niñas y niños, sino que también ofrece esperanza de un mundo más justo, amoroso y humano.
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La Ternura Transforma Vidas
Por: Pamela Defaz
Coordinadora Nacional de Educación para World Vision Ecuador