La importancia de la ternura en el desarrollo socioemocional y la educación

 

 

La ternura es una fuerza poderosa y fundamental en el desarrollo socioemocional de las niñas y los niños. Además, su integración en el ámbito educativo puede transformar significativamente la experiencia de aprendizaje y contribuir a la construcción de una ciudadanía más compasiva y justa.

Desde temprana edad, los niños y las niñas necesitan sentir que les aman y les valoran. La ternura les proporciona un entorno seguro y afectuoso en el que pueden explorar sus emociones y desarrollar una comprensión de sí mismos y de los demás. Según Bowlby (1982), la teoría del apego destaca la importancia de las relaciones afectivas tempranas para el desarrollo emocional. Un apego seguro, facilitado por la ternura, permite a los niños y niñas desarrollar la empatía y la autoconfianza, esenciales para las relaciones interpersonales saludables y para el bienestar emocional a largo plazo.

La ternura también actúa como un potente antídoto contra el estrés y la ansiedad. En un estudio realizado por Schore (2001), se encontró que el cuidado afectuoso y la respuesta sensible a las necesidades emocionales de la niñez pueden reducir significativamente los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Esto no solo mejora el estado de ánimo de ellos y ellas, sino que también tiene beneficios a largo plazo para su salud física y mental.

Otro aspecto importante de la ternura es su capacidad para fomentar la resiliencia. Los niños y niñas que experimentan ternura y apoyo emocional constante son más capaces de enfrentar adversidades y recuperarse de situaciones difíciles. Werner y Smith (1992) señalan que la presencia de al menos una figura cariñosa y comprensiva en la vida de un niño es un factor protector clave en el desarrollo de la resiliencia.

 

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Integrar la ternura como herramienta pedagógica en las aulas puede transformar la experiencia educativa y promover un ambiente de aprendizaje positivo y constructivo. Los educadores tienen la capacidad de utilizar la ternura no solo como una forma de enseñar contenidos académicos, sino también como una estrategia para fomentar el desarrollo integral de sus niñas, niños y adolescentes.

La creación de un ambiente de aula basado en la ternura implica establecer relaciones de confianza y respeto mutuo entre maestros y niñas, niños y adolescentes. Según Noddings (2005), la educación basada en el cuidado y la ternura permite que la niñez y adolescencia se sientan valorados y comprendidos, lo que mejora su disposición para aprender y participar activamente en el proceso educativo.

Un estudio de Wentzel (1997) sugiere que las niñas, niños y adolescentes que perciben a sus maestros como cariñosos y comprensivos tienden a tener una mayor motivación intrínseca y un mejor rendimiento académico. La ternura puede ayudarles a desarrollar una actitud positiva hacia el aprendizaje y a sentirse más comprometidos con su educación.

La integración de la ternura en el aula también promueve el desarrollo de habilidades socioemocionales, como la empatía, la autorregulación y la resolución de conflictos. Estas habilidades son esenciales para el éxito académico y personal de los niñas, niños y adolescentes. Según CASEL (2013), las habilidades socioemocionales son fundamentales para el desarrollo integral y pueden ser enseñadas de manera efectiva a través de prácticas educativas basadas en la ternura y el cuidado.

 

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La educación basada en la ternura no solo tiene beneficios a nivel individual, sino que también desempeña un papel crucial en la construcción de una ciudadanía más compasiva y cohesionada. Al inculcar valores de empatía y respeto desde una edad temprana, se sientan las bases para una sociedad más justa y solidaria.

La educación basada en la ternura fomenta la empatía y la comprensión entre las niñas, niños y adolescentes, lo que a su vez puede conducir a una mayor conciencia y acción en temas de justicia social. Según Freire (2000), la educación debe ser un acto de amor y humanización que empodere a los individuos para transformar su realidad y luchar por una sociedad más equitativa.

La niñez y adolescencia que han sido educados en un ambiente de ternura y respeto están más inclinados a participar activamente en su comunidad y a contribuir positivamente a la sociedad. La ternura enseña a las niñas, niños y adolescentes a valorar y respetar a los demás, lo que es esencial para promover la participación ciudadana y la construcción de una democracia saludable.

Finalmente, la educación basada en la ternura puede contribuir al desarrollo de una cultura de paz. Según Harris y Morrison (2012), la educación para la paz implica enseñar a las niñas, niños y adolescentes a resolver conflictos de manera no violenta y a vivir en armonía con los demás. La ternura es un componente clave de esta educación, ya que promueve el respeto mutuo, la empatía y la cooperación.

 

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Uno de los retos más grandes del sistema educativo es que el personal docente comprenda y viva la importancia de la ternura en la educación, es esencial proporcionarles una formación adecuada, herramientas prácticas y apoyo continuo, sobre todo para el fortalecimiento de su inteligencia emocional, la empatía, la gestión de emociones y técnicas de enseñanza basadas en el cuidado y la ternura.

Así también la integración de la ternura al currículo desde la formación inicial y continua, que le permitan a los y las docentes vivenciar los efectos de la educación con ternura en sus vidas y las de las niñas y niños en su tránsito en el aula, además de que les permitan tomar decisiones para mejorar o innovar las estrategias didácticas y pedagógicas en los diversos entornos de aprendizaje.

La ternura como cultura escolar debe promover y modelar la ternura en sus interacciones diarias con el personal, la niñez y adolescencia; al establecer un ambiente de apoyo y cuidado, los directores y administradores pueden influir positivamente en la cultura escolar creando espacios y tiempos regulares para la reflexión y el diálogo entre los docentes sobre sus experiencias y desafíos en la implementación de la ternura en la educación. Estos espacios pueden ser reuniones periódicas de equipo, círculos de estudio, grupos de apoyo entre otros.

 

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Por último, les comparto algunas estrategias prácticas para aplicar la ternura en el aula:

  1. Comunicación Afectiva: Fomentar una comunicación afectiva y respetuosa con los niñas, niños y adolescentes. Esto incluye escuchar activamente, mostrar empatía y validar las emociones de ellos y ellas. Los docentes pueden practicar la escucha activa y el uso de lenguaje positivo y alentador.
  2. Actividades Colaborativas: Planificar actividades que promuevan la cooperación y el trabajo en equipo entre los niñas, niños y adolescentes. Estas actividades pueden ayudar a desarrollar habilidades socioemocionales y fortalecer las relaciones interpersonales.
  3. Mindfulness y Relajación: Integrar prácticas de mindfulness y relajación en la rutina diaria del aula. Estas prácticas pueden ayudar a las niñas, niños y adolescentes a gestionar el estrés y a desarrollar una mayor conciencia de sus emociones y las de los demás.
  4. Reconocimiento y Celebración: Reconocer y celebrar los actos de ternura y empatía en el aula. Esto puede incluir elogiar a las niñas, niños y adolescentes por su comportamiento amable y crear oportunidades para que los alumnos expresen gratitud y aprecio mutuo.

La comprensión y la práctica de la educación basada en la ternura requieren un enfoque integral que combine la formación profesional, la integración curricular y la creación de una cultura escolar de apoyo. Al proporcionar a los y las docentes las herramientas y el apoyo necesarios, se puede fomentar un entorno educativo donde la ternura sea una parte integral del proceso de enseñanza y aprendizaje. De este modo, no solo se beneficia el desarrollo socioemocional de la niñez, sino que también se contribuye al bienestar colectivo de la sociedad.


 

Referencias
Bowlby, J. (1982). Attachment and Loss: Vol. 1. Attachment (2nd ed.). New York: Basic Books.
CASEL. (2013). CASEL Guide: Effective Social and Emotional Learning Programs. Chicago, IL: Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning.
Freire, P. (2000). Pedagogy of the Oppressed. New York: Continuum.
Harris, I. M., & Morrison, M. L. (2012). Peace Education (3rd ed.). Jefferson, NC: McFarland & Company.
Noddings, N. (2005). The Challenge to Care in Schools: An Alternative Approach to Education (2nd ed.). New York: Teachers College Press.
Schore, A. N. (2001). Effects of a Secure Attachment Relationship on Right Brain Development, Affect Regulation, and Infant Mental Health. Infant Mental Health Journal, 22(1-2), 7-66.
Wentzel, K. R. (1997). Student Motivation in Middle School: The Role of Perceived Pedagogical Caring. Journal of Educational Psychology, 89(3), 411-419.
Werner, E. E., & Smith, R. S. (1992). Overcoming the Odds: High Risk Children from Birth to Adulthood. Ithaca, NY: Cornell University Press.