La Llegada de Jesús; un oasis en medio de las fuerzas de este mundo.

 

La llegada de nuestro Señor Jesucristo fue un evento especial que convocó a muchas personas del mundo antiguo de distintos estatus sociales y económicos, género, raza y religión. Al pensar en las condiciones económicas, culturales y políticas del tiempo de la venida de nuestro Señor, comprendemos que fue un momento histórico difícil: sin centros de salud, sin vacunación, ni medicinas, alta mortalidad infantil, patrones culturales adversos a la niñez y la mujer, etc. Sin embargo, Su venida trajo esperanza en medio de un mundo en busca de nuevos paradigmas.

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Su llegada al mundo nos enseña Humildad, en tanto el Emperador Augusto y el Rey Herodes yacían en sus palacios rodeados del poder y lujos, nuestro salvador nace en un establo y es depositado en el lugar donde se daba de comer a los animales, o como dice la Escritura “Se vació a sí mismo, tomando la naturaleza de un siervo” (Fli.2:7). Jesús también nos enseña la No Discriminación, dos grupos de personajes que hoy colocamos en nuestros hogares en Navidad se dieron cita en su humilde establo: los pastores y los magos. Los primeros representaban una clase baja dentro de la sociedad, sin educación ni status, en tanto los segundos estaban al lado de los reyes orientales como consejeros. Eran los académicos de nuestros tiempos.

Es interesante observar que, en tanto los académicos, los magos, tuvieron que emprender un largo viaje para conocer al Salvador, a los pastores se les manifestaba el anuncio del Señor sin que ellos lo esperen. Además, esta manifestación está llena de poder y señales; “De repente, apareció una multitud de ángeles del cielo, que alababan a Dios y decían “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad” (Lc. 2:14). Dios nos muestra aquí su Opción preferencial por los pobres, sencillos y humildes.

Así mismo, las personas convocadas para el nacimiento del salvador, presentan características suficientes para provocar el rechazo de sociedad: una joven embarazada, que se desconoce el padre del niño, provenientes de Belén, de donde los teólogos no esperaban nada significativo y por encima de ello, migrantes que tuvieron que irse a otra tierra a registrarse en el censo. Dios usa todas estas aparentes desventajas para darse a conocer al mundo. Un mundo acostumbrado a los actos de poder, a mostrar la fuerza militar, a hacer sentir el yugo sobre los gobernados, lleno de religiones elitistas. Dios dice, éste no es mi camino, sino el Camino de la ternura.

 

“Ved que los reyes se enseñorean sobre las naciones, pero no se hará así entre ustedes” (Lc 22:25). El Maestro trae consigo nuevos valores: el perdón, la reconciliación, la inclusividad, la misericordia, el retorno de la dignidad al que la perdió. “Sean compasivos, así como vuestro padre es compasivo” (Lc. 6:36), dice el Señor, y agrega que Él sólo hace “lo que vio a hacer al padre” (Jn. 5:19). Él nos trae un nuevo mandamiento Que nos amemos los unos a los otros como también él nos ha amado” (Jn. 13:34).

Ahora sí, estamos listos, con todos estos elementos, para entrar a nuestros hogares y ver estos valores traducidos en el lenguaje de la ternura en nuestras relaciones en familia. Primeramente, Jesús siempre utilizó un lenguaje relacional para demostrar nuestra comunión con Dios, asemejándola a la misma relación entre padres e hijos e hijas: Algunos ejemplos de ello, son: “Vuestro Padre hace salir el sol sobre justos e injustos” (Mt. 5:45), es decir, nos llama a recibir a nuestros hijos e hijas sin discriminación y poniendo más ternura en las etapas más difíciles de nuestra relación ellos y ellas. “Quién de ustedes si su hijo le pide pan le dará una piedra?” (Lc. 11:11). Un llamado a estar atentos a las necesidades básicas de nuestros hijos e hijas, quienes son parte del lenguaje del amor.

“Si Dios cuida tan admirablemente las flores, que hoy están aquí y mañana se queman en el fuego, ¿no los cuidará a mucho más a ustedes, hombres de poca fe?” (Mt. 6:30). Una de las formas de demostrar nuestra ternura dentro de la familia es cuando estamos atentos y alertas al lenguaje no verbal de nuestros hijos e hijas, que puedan transmitir preocupación y quizás no están listos a contarnos directamente sus aflicciones. “Recuerden que vuestro Padre Celestial sabe lo que necesitan” (Mt. 6:8); un llamado a revisarnos en cuanto a nuestras formas de transmitir ternura, ¿estamos dando a nuestros hijos e hijas lo esencial, lo que realmente necesitan o estamos dándoles lo que el mundo ofrece? La ternura, pues, nos invita a revisar si ellos y ellas se sienten seguros y protegidos por padres y madres que saben lo que necesitan.

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La venida de Jesús es el inicio de una nueva época, con nuevos valores que invitan a la ternura, no sólo dentro de nuestras familias sino en la comunidad. Los filósofos griegos y latinos, en un inicio se burlaron de una doctrina como ésta, pero en la medida en que el cristianismo creció, superando las religiones de su tiempo, ellos mismos sucumbieron a estos valores. Los valores del Reino y los valores de la Ternura. Valores a los que se nos invita a vivir a medida que se acerca esta temporada de adviento y que nos guían a ser mejores hermanos y hermanos, a amarnos los unos a otros.

 


 

Escrito por: Jaime Tercero | Especialista de Fe y Desarrollo para World Vision Nicaragua