Ternura: En el espíritu de la espera

 

Nos encontramos en el espíritu de espera ante el nacimiento del niño Jesús que se hace pequeño y nace humildemente en un pesebre, manifestando su amor en la figura de su niñez; que con su mirada, sonrisa y sencillez expresa la ternura pura de la inocencia que ahora podemos encontrar en cada niño y niña, tanto de la propia familia como del mundo entero. En la sagrada escritura encontramos el siguiente texto bíblico que contiene un mensaje de mucha importancia, y dice así: Jesús les dijo: «Dejen a esos niños y no les impidan que vengan a mí: el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos.» (Mateo 19,14).

 

Sin duda alguna los niños y niñas son reflejo del amor y la Ternura de Dios, sin importar su condición ellos siguen siendo el mensaje vivo de la dulzura auténtica que Dios creo con amor eterno. Por eso Jesús dice “el Reino de los cielos pertenece a los que son como ellos” porque en ellos encontramos la cualidad y la gracia que muestra fácilmente con pureza, sinceridad y libertad sus sentimientos, especialmente de afecto, dulzura y simpatía. La verdadera ternura posibilita el reconocimiento, la diversidad, la buena convivencia humana.

 

Cuando hablamos de esperar, en este contexto significa una expresión de amor sincero, y este amor hace nacer la ternura que espera con paciencia, que también significa alegría y entusiasmo; y la delicadeza, como la suavidad y la belleza del interior de todo ser humano, que de manera especial se manifiesta en los niños y niñas que son el rostro de Dios.

 

También podría interesarte: Ternura, Esperanza en la navidad

 

Recuerdo que un día, me sentí triste y agobiada hasta un poco molesta que luego de intentar tramitar un documento e intentarlo de muchas maneras sin obtener respuesta, esperé el autobús y tome asiento, mientras viajaba hasta mi lugar de destino, miraba por la ventana preguntándome qué más debía hacer para obtener mi tramite; en ese momento subió al mismo autobús una joven con un niño de dos años y luego de un rato con mi corazón más calmado, percibí la mirada de ese niño que no solo me miraba, parecía que me contemplaba y acariciaba con sus ojos tan despiertos, cuando yo le sonreí, él con tanta ternura y sinceridad me sonrió, en ese momento cambio por totalidad mis sentimientos llenándome de paz y alegría, entonces, me hizo reflexionar que debía saber esperar con paciencia y ternura hasta que llegara el tiempo de Dios que siempre es perfecto en su Misericordia para con todos.

 

La sociedad nos embarga tanto en el estrés, trabajo en exceso, consumismo, distracciones, activismo, relaciones superficiales con los familiares y amigos, creando distancias entre la propia persona y el ser interior, perdiendo la sensibilidad y ternura a punto que esta gracia de la ternura se hace extraña, desconocida, hasta incomoda recibirla o verla en los demás, todo por olvidar que necesitamos tener un corazón de niño de niña, que ama sin rencor, sin resentimientos. Los niños y niñas hablan con la verdad y son sinceros en la expresión de sus emociones.

 

El espíritu de espera, nos encamina a una transformación de la propia vida, sentirse amado por Dios para luego amar desde la vocación a la que cada una ha sido llamada. Una madre, un padre expresa su ternura con sus hijos e hijas y estos la despiertan en sus padres por la inocencia y pureza de su esencia en la etapa de la niñez.

 

Los niños y niñas con tanta naturaleza entregan su ternura a sus padres, familiares y amigos, no importa su condición social, económica y la realidad que viven, ellos en su pureza sonríen a la vida con esperanza y esperan que su casa sea la primera donde brote la planta de la ternura y que ésta expanda el aroma que haga cálido el hogar donde habitan, porque cada niño y niña es un nuevo amanecer, dan vida y esperanza. Ellos y ellas son la sonrisa de Dios y son quienes mejor viven el espíritu de la espera, porque se dejan sorprender y cual sea la sorpresa grande o pequeña para ellos y ellas es maravillosa, se llenan de paz, agradecimiento sincero, alegría, gozo que contagia y con su testimonio tan genuino enseñan a los adultos que es necesario esperar con un corazón de niño o niña.

 

Hago una atenta invitación a ti que lees este artículo, a contemplar a los niños y niñas para cuidar y aprender de ellos y ellas, a saber, esperar con ilusión, luchar por una cultura donde se promueva la ternura, la sencillez, estar a favor de la vida.

 

Es tan importante cuidar de estos tesoros que se nos confían, ya que por ellos recibimos el abrazo, la caricia de un Dios que es Padre. No hay ningún niño o niña que haya llegado al mundo por error, todos sin excepción de uno, todos tienen una misión en tu vida y en la de los demás. Ellos también necesitan ternura, amabilidad, escucha, también a ellos les hace bien una sonrisa tierna que los haga sentir amados y parte de tu corazón.

 

Que en la espera de un nuevo amanecer junto al sol que nace de lo alto, nos lleve a un compromiso con la niñez, ¿qué estás haciendo por ellos? ¿A qué te comprometes con la niñez? Esperamos que te pongas pies en camino y experimentar la ternura de Dios personalmente para luego valorarla y apreciarla en los niños y niñas; darles ternura para que su crecimiento sea holístico y esperanzador, que el paso de su crecimiento no sea solo físico, sino también espiritual, en valores morales, principios y criterio bien formado al igual que el niño Jesús que nace en Belén y que en la ternura de un niño manifiesta su amor a la humanidad.

 


Escrito por: Miran Orellana | Hna. Franciscana Misionera de Jesús. Secretaria General del Instituto de vida Religiosa, con sede en Juayúa, El Salvador.