Heridas o cicatrices

 

Cuando recuerdo mi infancia además de muchas cosas bonitas que acompañan esta edad, tengo varios recuerdos de mis rodillas raspadas, mi mamá solía decirme que "debo tener más cuidado al correr sino crecería teniendo horribles cicatrices", recuerdo que ese proceso de cicatrización duraba varios días y claro había una costra y quedaba una pequeña cicatriz, pero mi consuelo era que después de un tiempo sanaba, uno de los recuerdos más vividos que tengo es la sensación de no poder caminar con tranquilidad y el dolor que sentía al levantarme después de haber estado sentada mucho tiempo, sin duda tener heridas abiertas es una condición muy difícil de afrontar cada día, el dolor nos recuerda el daño causado a nuestro cuerpo, nos causa incomodidad, y sentimos que no podemos avanzar tan rápido ni tan lejos como quisiéramos. Por otro lado, siempre he tenido un cierto aprecio por las cicatrices, ya que nos permiten contar una historia de superación, de aprendizaje y nos han convertido en lo que somos.

 

Ahora ¿Qué hay de las heridas emocionales?, ¿de aquellas que están allí trayéndonos incomodidad y dolor, día a día?, si bien es cierto, en los últimos años se ha dado mucha importancia a la sanación de estas heridas, es primero importante reconocerlas que existen, que están allí y que nos duelen cada vez que los traemos a nuestra memoria, se han rescatado métodos y la medicina ha dado la importancia que tiene a la salud mental, estamos viviendo la época de sanidad, sin embargo considero que falta mucho por hacer en el acceso que las personas puedan tener a esta sanidad interior, pero antes de tratar este tema quisiera tomarme el tiempo para reflexionar de que el mundo está preocupándose en sanar las heridas (tema que considero de suma importancia); sin embargo, creo que deberíamos enfocarnos mucho más en primero no causar estas heridas, es decir, trabajar mucho en la prevención, el mundo evidentemente necesita conocer cómo evitar causar dolor y cómo lidiar con lo inevitable y como poder reconocer la diferencia entre ambos, por eso creo que toma mucho sentido la frase muy utilizada en Bálsamo de la Ternura, la Oración de la Serenidad:

 

“Señor concede serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar los que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”.

 

Para prevenir estas heridas es importante saber que el mundo en sí es un terreno peligroso de transitar y claro, para los menos experimentados como los niños y los adolescentes aún más; sin embargo, aunque no podamos cambiar al mundo entero, si podemos empezar por nosotros mismos. Entonces aquí es importante hacernos una radiografía emocional e identificar donde nos duele, para este diagnóstico es importante paralizar nuestra ajetreada vida de trabajo, estudios y cumplimiento y reconocer si aún tenemos heridas o se han convertido en tiernas cicatrices que cuentan nuestra historia de vida.

A continuación, es necesario contemplarlas, mirar cuanto tiempo están allí y como nos han afectado en nuestro diario andar, en nuestras relaciones interpersonales, en poder cumplir sueños, en poder confiar en otros y en nosotros mismos.

Posterior a esto, lo recomendable es tomar acción, si bien es cierto Dios es nuestro gran sanador, parte de que Él pueda intervenir es poder decidir entregar ese dolor en Sus manos, entonces también incluye una acción de nuestra parte, los métodos de sanación deben ser elegidos de acuerdo a muchos factores como son nuestra edad, también si disponemos de personas que nos guíen y nuestro carácter y nuestra fé.

 

A diferencia de nuestras heridas físicas, las emocionales no dependen de nuestra decisión, el cuerpo sana, encuentra el camino para hacerlo, el tiempo ayuda por supuesto, pero esto no sucede muchas veces con las emocionales, en donde el tiempo muchas veces ahonda el dolor.

Entonces hasta este punto el proceso de sanación si incluye nuestra decisión, la decisión de aprender, de mejorar y de no omitir el dolor sino de enfrentarlo, y de permitirnos ser curados.

 

Dentro de mis múltiples caídas en la infancia y mientras mi madre con su tierno corazón me curaba, y mientras lloraba, solía hacerme una pregunta que nunca he olvidado hasta hoy: ¿prefieres una cicatriz fea o una herida sangrante?, por supuesto que sí, ¡la cicatriz fea! La que me permite recordar lo vivido ya sin dolor cada vez que la contemplo.

Como parte del Staff de World Vision y al implementar su metodología Crianza con Ternura, me ha permitido estar cerca del dolor, de las heridas sangrantes y espero y oro con todo mi corazón que cada palabra, actividad que desde nuestra posición Dios nos ha puesto sean usadas para sanar esas heridas.

Dentro de las poblaciones más sensibles, Dios me concedió trabajar el año pasado con las madres privadas de la libertad, un grupo de mujeres que han herido y que han sido heridas y por ello han llegado a este lugar, en este lugar debo reconocer que conocí lo que es la compasión, y la necesidad de perdón y ser sanados. En una de las charlas que teníamos en Bálsamo de la Ternura, les pregunte si ellas al llegar allí realmente habían conocido quienes eran familia y sus verdaderos amigos y tuvimos una tarde de conversación de como muchos se olvidan del amigo y del familiar en estos lugares, ellas tenían sentimientos de decepción y enojo hacia estas personas.

Creo firmemente que el amor es el mejor Bálsamo que Dios pudo darnos, el amor cura, el amor sana y nos permite avanzar, las escrituras dicen que, aunque hagamos muchas cosas hermosas, como tocar instrumentos, tener muchos conocimientos o hacer grandes hazañas sin amor todo eso es inútil.

Por lo que deseo para ti, que encuentres el amor en Dios, en la naturaleza, en los demás y en ti mismo y lo uses como para sanarte y para curar a otros y con esa misma fuerza puedas mostrar tus cicatrices con amor que te hacen una persona más fuerte.

Si tú eres un padre, madre o cuidador debes hacerlo aún más, imagínate que pasa con las heridas abiertas pues manchan a los más cercanos, sé que amas a tu familia y quieres un mejor futuro para nuestra sociedad, empieza por trabajar no en los otros sino en ti mismo.

Comúnmente hemos escuchado que para trascender es importante escribir un libro, plantar un árbol y criar un niño; sin embargo, es necesario animar la lectura, cuidar el árbol y amar al niño, la fuerza transformadora siempre, siempre, siempre será el amor.

Sana por amor a ti y a tus hijos.

Sana tus heridas, abraza tus cicatrices, resignifica tu historia de vida.

Te abrazo con amor.

Gaby

 


 

Escrito por: Gabriela Godoy, Promotor de Desarrollo de Niñez y Adolescencia en World Vision Ecuador