Escrito por: Andrés Flores | Especialista Técnico en Niñez World Vision Chile.


 

Al hablar de comunidad es importante vincularnos a autores tales como Ander Egg (2007) o Montero (1998) y Marchioni (2004) quienes manifiestan en su conceptualización ciertos elementos en común tales como, dinámica social, intereses, necesidades y recursos en común, con una identidad social y culturalmente construida a través de la historia.

 

La polisemia que existe en una comunidad nos invita a coexistir con los demás, en un ambiente armónico y libre de violencia, en este sentido, debemos reconocer que la comunidad educativa, no solo se compone por los docentes y los estudiantes y sus familias, pues también en ella, están aquellos grupos de interés que son parte del territorio donde se emplaza el establecimiento educacional y aún más, donde cada niño o niña vive junto a sus familias. Esta sociedad civil compuesta por organizaciones basadas en la fe, clubes, centros de adultos mayores, espacios de atención a personas con discapacidad, centros de atención a migrantes, clubes deportivos, entre otros, se vinculan a organizaciones de desarrollo comunitario y económico, entidades de gobierno como municipios, policías, centros de salud y privadas como las empresas. Cada una de estas con una actuación y responsabilidad en la atención y seguridad de las personas, como usuarios y usuarias de un sistema, así como también, por su legítimo derecho de ciudadano.

 

Es en este aspecto que para una comunidad educativa, relevar la atención y seguridad hacia los niños y niñas, es una obligación moral, social, ética y jurídica, pues como sociedad garante de sus derechos, todos y todas tenemos la responsabilidad de velar por un trato digno, respetuoso, tierno y seguro para nuestros niños y niñas.

 

Pero, ¿cómo identificar, validar y practicar el buen trato, asegurando entornos protectores en nuestra comunidad para los niños y niñas? Pues las respuestas a esta interrogante poseen una base en los tiernos cuidados. Una comunidad que se preocupa con amor y ternura por sus niños y niñas es una comunidad que educa desde el ejercicio de la paz y una crianza con ternura. Para ello, los espacios educativos deben poseer instancias de un buen trato de calidad y en cantidad que aflore desde la empatía y el cariño por la seguridad e integridad de nuestros niños y niñas para una vida libre de violencia, sana y en armonía con los demás, tanto dentro de sus propias comunidades educativas como fuera de estas.

 

Algunas instancias y acciones para el ejercicio de un espacio tiernamente protegido se pueden dar en:

 

  1. La recepción y despedida de los escolares al ingresar y retirarse del colegio: Un saludo cordial, atento a las miradas de los niños y niñas puede dar paso a una gran conversación, preguntarles más que solo saber cómo están, como se sienten en ese día en particular, si han descansado lo suficiente o comido bien, son temas que a nuestros estudiantes les hará sentirse protegidos, pues verán una preocupación por parte de nosotros hacia ellos y ellas, un simple gesto pero quedara grabado en nuestros niños. De esta manera, fomentamos más que el diálogo, la confianza para que ante una situación de riesgos, ellos y ellas nos puedan contar que les pasa o si se sienten amenazados, esto con la esperanza de ser un agente protector para ellos. No perdamos esta oportunidad.
  2. Compartir con ellos en los espacios de recreo: Conversar, jugar, compartir una colación, etc. Motiva particularmente a los adolescentes, ellos y ellas necesitan saber que a pesar de estar pasando por un cambio físico y emocional, la gente que les rodea los sigue queriendo y respetando y que estaremos para ellos cuando lo necesiten.
  3. En contextos comunitarios y espacios abiertos, es importante que los adultos como agentes protectores demos la oportunidad de expresarse a los niños, niñas y adolescentes, que estos se sientan parte como ciudadanos de una sociedad que les considera, brindar espacios protectores, promotores del dialogo y sana convivencia, así ante alguna situación de riesgos, los niños y niñas sabrán acudir a nosotros aunque seamos extraños.

Así nuestros niños entendiendo que un extraño es sólo una persona que no conocen pero que pueden acudir a estos si se sienten amenazados, podremos forjar una comunidad tiernamente protegida para nuestros niños y niñas.

 

Los signos de tiernos cuidados que se pueden develar por parte de los niños y niñas son aquellos que les permiten elevar su potencial como sujetos de derechos, Asombrarnos con lo que ellos se impresionan y disfrutar esta experiencia nos hará sentir cercanos, siempre hay un niño o niña dormida entre nosotros, compartamos esas experiencias y acerquémonos hacia esas relaciones sociales frecuentes que potencien la comunicación asertiva. En ocasiones, niños y niñas poseen un discurso maduro, producto de su proceso de formación y adquisición de conocimientos empíricos y teóricos, esto genera que el lenguaje se vuelva técnico, señalar a un elefante como un paquidermo, hablar de constelaciones por hemisferios, clasificar estructuras de género o roles sociales, son temas que ya son parte de nuestros niños, potenciemos este coeficiente intelectual en ellos y generemos un ambiente social que sea inclusivo para todos.

 

Controlemos nuestras emociones para una mejor vinculación como agentes protectores, dejemos el mal humor de lado y potenciemos la comunicación con emoción, recordemos que nuestros mensajes son transmitidos con emociones, que estos mensajes no estén contaminados para comunicarnos con los niños y niñas, ellos son altamente receptivos de la emociones, si nuestro mensaje esta contaminado ellos lo sentirán, ¿Sí nosotros lo adultos sostenemos conductas caprichosas en nuestro día a día, cómo vamos a trabajar disciplina con nuestros adolescentes?. La responsabilidad de una crianza con ternura en nuestros espacios educativos y el fomento de entornos protectores en la comunidad es responsabilidad de todos, les invitamos a iniciar por una comunicación con amor.